Deseo y decepción
Me pasa que últimamente me decepcionan ciertas obras modernas.
Me pasó la vez que fui a ver al teatro Cleansed, de Sarah Kane, que salvo la experiencia antropológica de conocer el museo ferroviario y sus esculturas o el hecho bizarro de haber ido en un micro hacia el teatro, no me aportó nada.
Porque el texto no me permitió entrar.
Me corrijo: la puesta en escena no me permitió entrar.
No se que me hubiera pasado si la experiencia de la obra hubiera sido mediada por un libro. Pero tal como lo viví, con esa puesta en escena, me pasó que tanta violencia no me permitió entrar.
Hablar sobre drogas pesadas, sexo y pornografía a finales del siglo XX ya no es provocar. Ok., quizá una mutilación genital sí, pero el resto....
Recuerdo que salí del lugar sin que nada se haya modificado en mí, y como dice Nuestro Vietnam, “con respecto a la experiencia, diría que lo realmente importante no es si me gusta o no, sino si altera mi vida al menos medio milímetro.” Por lo tanto, salvo una pequeña decepción y una salida con unas esculturas bastante copadas, no me llevé nada de ese día.
Lo mismo me paso cuando vi Las mantenidas sin sueños, de Vera Fogwill; que salvo el título, que es realmente excelente y me hace acordar a la única obra de teatro que escribió Alejandra Pizarnik en vida Los perturbados entre las lilas, tampoco me aportó nada.
Cuando es tan exagerado lo que pasa, uno no puede entrar. No es creíble. Y encima tampoco es tan exagerado como para convertirse en una sátira, como sí logra, por ejemplo, la película Upa. Con L. nos la pasamos riendonos toda la película cuando en realidad, si uno entraba en el sufrimiento de los personajes, debería haberse puesto a llorar. Es más, por un momento, hacia el final de la película, cuando el bebe que nace es chino, dudamos si era una sátira y en realidad estábamos entendiendo todo mal.