martes, mayo 26, 2009

Un punto álgido

"Yo era lo que sigo siendo, una tímida atrevida. Soy tímida, pero me lanzo."

Clarice Lispector

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martes, mayo 19, 2009

¿Por eso escribo versos?

¿ésos son los fantasmas que me persigo hoy mismo / a mi edad ya / como cuando nadaba en tu agua? / ¿de ahí me viene esta ceguera, la lentitud con que me entero, como si no quisiera, como si lo importante siga siendo la oscuridad que mea bajo tu vientre o casa?/ ¿la tiniebla de grande suavidad? / ¿dónde el lejano brillo no castiga con mundo piedra ni dolor? / ¿es vida con los ojos cerrados? / ¿por eso escribo versos? / ¿para volver al vientre donde toda palabra va a nacer? / ¿por hilo tenue? / la poesía ¿es simulacro de vos? / ¿tus penas y tus goces? / ¿te destruís conmigo como palabra en la palabra? / ¿por eso escribo versos? /¿te destruyo así pues? / ¿nunca me nacerás? / ¿las palabras son estas cenizas de adunarnos? /¿nos separaste muchas veces? / ¿eran separaciones? /¿formas para encontrarse como primera vez? /¿ese imposible nos hacía chocar? / ¿eso me reprochabas en el fondo? / ¿por eso eras tan triste algunas tardes? / tu tristeza me era insoportable /a veces quise morirme de eso todavía / ¿ya tenía mi pedazo de vida para ocuparme de él? / ¿como animal cualquiera? / ¿ya soy triste por eso? / ¿por tu tristeza ofende la injusticia / escándalo del mundo? /

Extracto de Carta a mi madre, de Juan Gelman

viernes, mayo 15, 2009

Aprendo a ver

"Aprendo a ver. No sé porqué, todo penetra en mí más profundamente, y no permanece donde, hasta ahora, todo terminaba siempre. Tengo un interior que ignoraba. Así es desde ahora. No sé que es lo que pasa."

Rilke, Los cuadernos de Malte Laurids Brigge

jueves, mayo 14, 2009

Madariaga en su idioma

Transcribo fragmentos de una entrevista al poeta Francisco Madariaga.

(La entrevista la realizaron Alejo González Prandi, Andrés Haedo y Celedonio Torres Avalos)

"Mi primer poema lo escribí a propósito de un viaje en tren. Me acuerdo que este tren paraba en la estación de Concordia. Estando en el camarote, junto enfrente de la casa “del inglés”, que era el jefe de la estación, donde tenía un gran jardín, veo un busto de Venus. Entonces, le pregunto a mi mamá y ella me dice: “es un busto de Venus, que era una diosa griega”. Así surgió mi primer poema. Lo conservo por ahí. Nunca lo publiqué. La imagen de un busto, visto en un jardín, desde el tren.

(...)

...el surrealismo europeo abolió el paisaje en su poesía en nombre del rechazo de la hipertrofia de la razón, en nombre de la rebeldía. Se olvidó del paisaje, salvo el caso...

(...)

No viviría en Corrientes, porque aparte de amarlo le tengo miedo. Un terror inexplicable, por esa imagen del far west, de la violencia. Y no solamente por eso. Por los mitos, por la brujería y una serie de cosas. Lo adoro pero le tengo pánico, y eso que siempre me fue bien, porque aprendía a conocer el gaucho más violento. No lo domino en sentido de poder, sino que sé cómo manejarlo. Me lo enseñó mi padre. A parte le hablo en el idioma de ellos, el guaraní.

(...)

Un día de invierno, a las seis de la mañana, salimos con Olga Orozco, mi mujer de ese momento, y otros amigos de la casa de Girondo, después de una de esas festicholas tremendas. Estábamos un poquito pasados de copas. Íbamos por la avenida Alem gritando (hacía poco que había caído Perón), y en eso nos para la policía. A mí se me ocurre decirle a uno de ellos: “Aténgase a su oficio. Mire nada más que el documento y váyase”. Como era de esperar terminamos todos en la comisaría, en los calabozos, que estaban llenos de putas borrachas que cantaban y gritaban. Y Olga, que era muy buena cantora de tangos, dice: “Buenos muchachos, vamos a divertirnos”. Entonces, empezó a cantar a gritos tangos, mientras que las putas le contestaban del otro lado, aplaudiéndola. Así todo una noche. Por último, conseguimos comunicarnos con Girondo, que aparece al día siguiente con un abogado para rescatarnos. Lo lindo era el intercambio porque las putas aplaudían cuando Olga cantaba.

lunes, mayo 11, 2009

El jueves


miércoles, mayo 06, 2009

Miss her

lunes, mayo 04, 2009

La incertidumbre como estado permanente

Una poética de lo menor
Sobre la poesía de Carlos Battilana

Copio algunos fragmentos del ensayo que escribí para Plebella:

... podemos pensar que el hilo que recorre toda su obra es la incertidumbre como estado permanente.

(...)

En El fin del verano el yo poético ordena las cosas a su alrededor como en un intento de restaurar un orden perdido. Quizá de forma paradójica, por un lado se muestra rendido, sucumbe ante todo, incluso frente a la eficacia de las palabras, y por el otro, en lo único que cree es en la palabra, de manera tan cierta que hasta la naturaleza participa en su afán de domesticarla: “el viento trabaja/ a mi favor”. Así, frente a la imposibilidad de las cosas, frente a los hechos que avanzan, la memoria parece ser la única capaz de restaurar ese orden mítico, perdido: “Reúno escenas en las que hilos de un espejo me sorbían”. Las acciones consisten en cosas mínimas, orientadas a la búsqueda de un estado de calma, pero la calma es algo que difícilmente pueda alcanzarse; el texto muestra una tensión en la que a veces parece avecinarse una fatalidad: “Los hechos se destrozan con el tiempo/ y nada los vuelve/ posibles.”

(....)

Tal vez El lado ciego intente responder ciertas cuestiones que fueron abiertas en El fin del verano. Mediante la pregunta “¿Qué otra intención al desgano perdura a mi silencio?” el yo poético se abre paso a una serie de respuestas acerca del lugar al que nos conduce ese agotamiento, enmarcado entre lo físico y lo espiritual. Pero, ¿qué hay detrás de la figura de la debilidad? ¿Qué hay detrás de ese aparente desgano, esa inmovilidad pasiva frente a los acontecimientos que suceden alrededor de uno? Frente a un sujeto sin fuerzas, la figura de la debilidad se convierte en una abstracción que muestra otra cara.
Pensar en la incertidumbre es también pensar en la pérdida del control; ser débil es también darse cuenta de lo efímero y lo pequeño de la vida humana y el sujeto poético, frente a esto, no puede reaccionar: “Si mira el entorno, desfallece.”; “Si respira un poco más, desfallece.” El verbo desfallecer en este contexto es acaso la pérdida de esperanza o quizá, la búsqueda de lo menor: “En otoño es cuando está bien. Porque todo se achica.” Pero el sujeto poético no sucumbe sino que sigue intentando: “Cubre de lisa perfección todo aquello que lo intimida.”

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La debilidad sería como caer en el vacío, pero habitar ese vacío es a la vez la única solución posible para el yo lírico. Uno de los principios del Tao Te Ching de Lao Tsé es justamente ese, mantener la quietud, no oponerse a las cosas sino dejar que las cosas sucedan (ese estado se denominaría wu-wei). De esta manera, la filosofía oriental concibe el estar quieto como algo superior, ya que en ese estado, todo el resto de las cosas acontece. Frente al sujeto inmóvil que aparece en los poemas avanza sin embargo el tiempo de la escritura; y en ese modo casi inhumano de avanzar hay un intento de ordenar algo imposible: “Con las letras de las palabras, ordena el mundo. Pero el mundo está hecho de materias, de desvíos, de bloques irrespirables.”

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Pareciera que el único orden posible es el de la literatura. El verso “Leo a Pasolini, ordeno.” nos muestra, no sin cierta ironía, una secuencia en la que después de la lectura viene la claridad. Sin embargo, en la medida en que el hablante toma conciencia de la importancia de la escritura aparece el terror a nombrar: “y mientras otros / han hablado, han anotado / su nombre en un lugar, / yo todavía, horrorizado por la espera, / declino / con ansia.” Nuevamente la situación es de inacción, ante el horror de la espera, el sujeto poético renuncia a la tarea de escribir. El motor de la escritura es entonces encontrar qué es lo que rodea a ese padecimiento: “Calibrar / con precisión/ aquello / que como un gusano / roe / lo más preciado / del dolor”.

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La tarea que se intenta llevar a cabo en los poemas quizá sea una progresiva internación en un clima espeso; buscar en lo minúsculo, en lo imperceptible, lo grande: “Hace del instante su mayor tesoro” (El lado ciego). Ya en la Poética del espacio Bachelard nos mostraba que “en la miniatura los valores se condensan y se enriquecen”.
Nos enfrentamos a una descripción realista de los hechos, que descree de los adjetivos: “Sobre el fin de la calle / rumbo al cuartel / hay un asador” y la descripción discurre lentamente hacia el espacio de la familia, la micropolítica. La mirada es lírica: “No hay nada que temer / estamos abrazados por el campo” / el mundo acontece en ese punto / minúsculo del universo”. “Ese punto minúsculo del universo” se transforma en el recuerdo de la infancia que entra en consonancia con lo que una vez contaba Arnaldo Calveyra: “cosas que me pasaron durante la infancia me están sucediendo recién ahora.”

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La escritura, entonces, aparece en el momento de la elaboración de los hechos. No importa tanto la anécdota sino el recuerdo de esa anécdota, por más que sea incompleto. Es justamente en esa incompletud, en esa elección azarosa en la que se le da más importancia a un hecho frente a otro donde se intenta llegar a lo real. En los poemas de Battilana vemos que es en el recuerdo donde aparece lo real: “recreo el instante/ en que mi padre/ distribuye la carne”. El sujeto poético habita un presente donde nos muestra cómo es posible convivir con la incertidumbre cuando la única herramienta que se tiene a mano es la escritura. Hay en los poemas intentos desesperados por definir la incertidumbre, intentos que se saben fallidos de antemano, pero que a pesar de todo atraviesan la incompletud del lenguaje.

Nurit Kasztelan