viernes, octubre 07, 2011

El árbol que se ve desde mi ventana

Se cayó el árbol que está en mi patio. Lo até con una soga a la ventana pero los daños quedaron. Se quebró el cactus, el más verde y el más hermoso.
Despedirse del invierno, de la tormenta. Mientras tanto, la sudestada me dejó el libro de una amiga. Copio un poema...

Vacaciones



dos días puede ser un montón de tiempo,

o ¿cómo se fija una unidad mínima

de sentido o quién?

Estoy de vacaciones,

sentada en el borde de una reposera

vestida y mitad preocupada

mitad superadísima

¿no lo ves? las palabras superan

(inmensamente) a la matemática:

desde adentro de la cabeza

modifican la realidad.

Otras veces bastan latidos, superstición.



Acaba de cruzarse un gato negro

y me acuerdo de Mau, rebobinándose,

no sabría precisar la cantidad de pasos que…

los números están por todos lados ahí afuera, escapándose.



Esto empieza en el medio del frío de una noche

empujo un carro de bebé,

empiezo in media res

el frío pegado a mi piel como una sanguijuela que deja

Su silueta en la herida

Las ruedas avanzan veloces, heladas, feroces,
estamos a unas cuadras de nuestro destino:
una morada coyuntural,

una cabaña con un portón

pensada para dar inicio

a nuestra vida de a cuatro.

Hay humedad de hielo,

dos cuadras: para mí son el desierto.



El bebé va dormido en el camino

eso me da tranquilidad, ya puedo

restar del conjunto el brillo que deja el rocío

lo que me hace temblar.
Para protegerlo, le puse Manta y ahora,

que lo veo envuelto, ya no recuerdo

la sensación de verlo indefenso

"quiero mantenerte en este sueño nómade"
Todo lo que busco es mantener

y eso requiere apresurarse lento.



Avanzamos porque nos empuja

la inercia de una ola mansa

y de pronto detenemos la vista en él,

radiación pura divina desde su asiento

ajeno pero sin remedio

entregado a nosotros

confiando en nosotros


confiándonos al tiempo


esclavos del futuro y de todo lo condenable

que le va a tocar ver,

de todos nuestros errores

naturales y concretos.