sábado, octubre 30, 2010

Hoy



Volviendo a lo del nacimiento
En julio flotaron los óvulos, en agosto viajaron los espermatozoides. En diciembre mi papá sembró lino. Nunca volví a saber nada de esta planta. En mi cabeza –verifico en la Wikipedia– el lino es un campo de color azul. Se usa para hacer aceite y teñir la tela, es un yuyo muy atractivo que es necesario cosechar si queremos usarlo. En febrero de 1983 se imponía esta necesidad, y mi papá y mi mamá con su embarazo de siete meses subieron a la camioneta Fiat 1500 negra y dorada en busca de cosechadores para fulminar al lino en marzo. No sé dónde estaban los cosechadores. Pero dicen que lejísimos, perdidos en el campo. Dijo mi mamá que se internaron en un campo recién arado buscando a los cosechadores, que había pozos y zanjas, y que una paja dada vuelta convierte un terreno llano en algo muy complejo. La camioneta no paró de dar saltos y mi mamá empezó a perdernos. Por causa de esto fue al ginecólogo por segunda vez en su vida. Le hicieron una ecografía y dijeron que éramos Dos. Grandes festejos. Mis papás fueron corriendo al Supercoop a comprar sidra. Eran las ocho de la noche. El Supercoop estaba cerrando, las cortinas férreas tocando el piso, mis papás frenaron a toda velocidad en la camioneta y extendieron sus brazos a través de las rejas diciendo “queremos celebrar, vamos a tener mellizos”, y los del Supercoop les pasaron la botella de sidra, obviamente un regalo, y mis papás se fueron a la casa de mi abuela, y fue todo un escándalo. Mi mamá ratificaba así frente a su familia política el estatuto excepcional que ya le otorgaban por haberse casado con él. Mis padres eran “fuera de serie”.
El médico, contando con un sistema ecográfico imperfecto, dijo que éramos una nena y un varón. ¿De quién fue la mano que me transformó en pito? Seguramente fue mía, ya que mi hermana y yo veníamos en bolsas separadas...o Peor Aún. Quizás la del pito fue ella y no yo. Qué importa. Relevo el drama fastidioso que me gustaría mencionar por última vez: mi cordón umbilical -o el de ella-, fue un falso pito, y como soy el primer espermatozoide, y mi hermana el segundo, ella nació primera y yo tres minutos después. Luego de ver a mi hermana, mis padres me esperaron Javier, pero aparecí en una forma diferente. Fui ¡inesperada! Y sin nombre todavía, fui lo in, lo negativo ¡durante breves instante fui Innombrable! Hasta que mi papá me iluminó con su amor, cuando se le ocurrió la idea de ponerme Minés.

¡Llevo el nombre de una Mediocre Novela Romántica! Escrita por mi bisabuelo en 1907, Minés narra los fogosos anhelos de un muchacho y una triste novicia.
El accidente me inclinaba a un destino literario. Mi bisabuelo, Eduardo Acevedo Díaz, un uruguayo que se exilió en Argentina luego de participar de la Revolución de las Lanzas, es considerado el fundador de la novela histórica uruguaya. El orgullo de la familia era un escritor.

(sigue.....)