martes, octubre 19, 2010

Hoy se presenta


En Materia, los poemas continúan reflexionando sobre el paso del tiempo y sobre la materia de la escritura.
La palabra “Materia” alude a algo primigenio, que existe antes que nosotros; lo que la vuelve perceptible no es la mirada sino la percepción. La materia es algo concreto que ocupa un lugar en el espacio, pero también es inestable, puesto que es variable y puede tomar diferentes estados. Es justamente en ese movimiento de existir de forma casi invisible, pero dejando una especie de inscripción, como podemos pensar a la voz que enuncia los poemas: “Haces sombra, dolor. ¿Es posible / que pueda, sin mediaciones, tocarte?”.

El epígrafe muestra una postura de súplica que se asemeja a la voz que enuncia los poemas: “Dioses, no me juzguéis como un dios / sino como un hombre / a quien ha destrozado el mar”; pero también se puede asociar el origen fenicio de la plegaria a poemas marcadamente referenciales con respecto a la escritura. La escritura surge por la necesidad práctica de registrar, como ocurre en “Filatelia”, el poema que abre el libro. El yo poético describe una situación aparentemente banal, como sería el coleccionar estampillas, tomando distancia frente a ella: “yo / observo la tarea / a la distancia / y admiro / esa labor /artesanal”. Sin embargo, no podemos dejar de darle un doble sentido a los versos finales: “la precisión / que requiere/ el cuidado/ de una tarea ociosa”, porque en el gesto aparentemente ingenuo de observar a su padre coleccionando estampillas, aparece nuevamente la preocupación del yo por la escritura, la obsesión por la precisión.

La tarea que se intenta llevar a cabo en los poemas quizá sea una progresiva internación en un clima espeso; buscar en lo minúsculo, en lo imperceptible, lo grande: “Hace del instante su mayor tesoro” (El lado ciego). Ya en la Poética del espacio Bachelard nos mostraba que “en la miniatura los valores se condensan y se enriquecen”.

Nos enfrentamos a una descripción realista de los hechos, que descree de los adjetivos: “Sobre el fin de la calle / rumbo al cuartel / hay un asador” y la descripción discurre lentamente hacia el espacio de la familia, la micropolítica. La mirada es lírica: “No hay nada que temer / estamos abrazados por el campo” / el mundo acontece en ese punto / minúsculo del universo”. “Ese punto minúsculo del universo” se transforma en el recuerdo de la infancia que entra en consonancia con lo que una vez contaba Arnaldo Calveyra: “cosas que me pasaron durante la infancia me están sucediendo recién ahora.”

La anécdota que se cuenta no está en primer plano, ya que lo importante es el hablante lírico que en lugar de actuar se queda estático reflexionando sobre escenas antiguas o sobre la literatura, buscando consuelo, encontrando refugio en las palabras. La escritura, entonces, aparece en el momento de la elaboración de los hechos. No importa tanto la anécdota sino el recuerdo de esa anécdota, por más que sea incompleto. Es justamente en esa incompletud, en esa elección azarosa en la que se le da más importancia a un hecho frente a otro donde se intenta llegar a lo real. En los poemas de Battilana vemos que es en el recuerdo donde aparece lo real: “recreo el instante/ en que mi padre/ distribuye la carne”. El sujeto poético habita un presente donde nos muestra cómo es posible convivir con la incertidumbre cuando la única herramienta que se tiene a mano es la escritura. Hay en los poemas intentos desesperados por definir la incertidumbre, intentos que se saben fallidos de antemano, pero que a pesar de todo atraviesan la incompletud del lenguaje.