jueves, diciembre 18, 2008

Pequeñas cosas de la intensidad

De repente los nombres se repiten. Es como cerrar una frasco sin haber colocado bien la tapa. Algunos asustan, es inevitable, ciertas cosas nunca se cierran del todo. Otros no tanto.
También están los que se cuelan como letras de canciones, de esas que nunca te acordás entera la letra pero el estribillo ya te cansa.

En una escalera de caracol, no todos llegan a la cima.
Algunos se marean y se quedan en las escaleras del medio. No recuerdo exacto el poema que eligió Guadalupe en el ciclo de una poeta china pero era algo así como:

De todos los escalones que hay
para llegar a mi corazón
subiste uno
dos, tres escalones.

Hay cosas que tranquilizan. Que devuelven la calma.
Algo nos saca de nuestro respiro.

Respiramos distinto, entonces. Dejamos soltar.
Como si las cosas fueran fáciles.

Formas ingenuas de volver a la infancia:
para remontar un barrilote solo había que desenrollar el hilo y esperar a ver que sucedía; el viento iba a definir el destino.
Porque todavía creíamos en el destino.
Hay tantas estupideces que uno puede decir, tantas cosas que cansa el solo pensarlo.

Es terrible pensar en las distintas formas en las que puede volver la ingenuidad sin que nos demos cuenta. Por más que también sea necesaria.

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1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

por esta línea no vayas más. cuál? la de creer que todo lo que pasa por la cabeza de alguienes interesante solo por ser una intimidad. esto no es siquiera íntimo, puesto que es un lugar común. por acá no, no por favor, te dije que agarres por gascón.

8:00 p. m.  

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