Una pausa
Fragmentos sueltos de un texto que tiene cosas que escribí yo y cosas que no:
Mantener la distancia es no perder el ritmo. No hay caída, solo deslizamiento. Un movimiento que no es literalmente un transaladarse de un lado a otro, sino un vaiven rítmico.
Aceptar y ceder espacio.
Oir responder a las cosas sobre aquello que no tiene respuesta.
El ponerse fuera de las cosas, con el punto de vista del pensador externo siempre es impúdico.
Retroceder hacia la zona de sombra. Perseguir a la experiencia. Extraviarse. Huir por un sendero ensombrecido. Tratar de mantenernos alejados de la delirante razón que nos persigue.
Como toda experiencia, como todo experimento, la delicadeza no puede equipararse a un objeto, no tiene un significado, sino que comporta un distanciamiento, una transfiguración, una retórica, un juego narrativo. Es un riesgo.
Desmantelar el yo pleno que creemos y queremos ser.
Abrir en él un vacío habitable.
Reconocernos en las voces de nuestra experiencia subjetiva.
Se repite siempre el mismo acto de deformar. Se escribe en él. Así, la delicadeza se piensa.
Devolver el espacio que nos había sido cedido. El yo se pierde. El sujeto erra. Cada uno trata de rescatar al otro. ¿ Y cómo es posible? ¿Qué hacemos después de eso?
No hay sonido mas delicado que el de una voz lejana. Resonancia. Eco.
Dispersión del sonido.
Escritura en el aire.
Patricidio y arrepentimiento alternándose y repitieendose y vos y yo y otra vez vos y de vuelta yo. ¿Debe confesarse que el yo no es otra cosa más que un eco?
La delicadeza sucede. No es una práctica, sino un performance.
Es un acto tan erótico y teatral como lingüistico. Pero lo obsceno abierto deja de ser tal. Pierde.
Vuelve la imágen a la superficie del espejo. Rompe el espejo en pedazos.
Mantener la distancia es no perder el ritmo. No hay caída, solo deslizamiento. Un movimiento que no es literalmente un transaladarse de un lado a otro, sino un vaiven rítmico.
Aceptar y ceder espacio.
Oir responder a las cosas sobre aquello que no tiene respuesta.
El ponerse fuera de las cosas, con el punto de vista del pensador externo siempre es impúdico.
Retroceder hacia la zona de sombra. Perseguir a la experiencia. Extraviarse. Huir por un sendero ensombrecido. Tratar de mantenernos alejados de la delirante razón que nos persigue.
Como toda experiencia, como todo experimento, la delicadeza no puede equipararse a un objeto, no tiene un significado, sino que comporta un distanciamiento, una transfiguración, una retórica, un juego narrativo. Es un riesgo.
Desmantelar el yo pleno que creemos y queremos ser.
Abrir en él un vacío habitable.
Reconocernos en las voces de nuestra experiencia subjetiva.
Se repite siempre el mismo acto de deformar. Se escribe en él. Así, la delicadeza se piensa.
Devolver el espacio que nos había sido cedido. El yo se pierde. El sujeto erra. Cada uno trata de rescatar al otro. ¿ Y cómo es posible? ¿Qué hacemos después de eso?
No hay sonido mas delicado que el de una voz lejana. Resonancia. Eco.
Dispersión del sonido.
Escritura en el aire.
Patricidio y arrepentimiento alternándose y repitieendose y vos y yo y otra vez vos y de vuelta yo. ¿Debe confesarse que el yo no es otra cosa más que un eco?
La delicadeza sucede. No es una práctica, sino un performance.
Es un acto tan erótico y teatral como lingüistico. Pero lo obsceno abierto deja de ser tal. Pierde.
Vuelve la imágen a la superficie del espejo. Rompe el espejo en pedazos.
1 Comments:
aceptar y ceder...
allí hay claves exactas.
mil besos
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