lunes, septiembre 08, 2008

"El teatro es un arte muy prostituta"

decía él no hace mucho, en esta charla.

Intentaré reponer algunas cosas que dijo Spregelburd:

"La política es la modificación de lo real, y como lo real se convierte en una construcción del lenguaje, la función del intelectual debería ser la de separar lo real de lo aparente.
...
La realidad es la resistencia de las cosas a todo orden simbólico. Lo real es la parte del acontecimiento que el lenguaje no puede capturar.
...
Pensar es observar los acontecimientos y tratar de intuir lo que en verdad está ocurriendo.
...
La administración de las imágenes en el teatro es una visión privada.

¿Qué hacer con el teatro frente a una crisis de la representación si el teatro asume la mentira como un procedimiento constitutivo? "

El fin de semana vi dos obras de teatro: 42 cm y La pesca, de Bartís. La primera no me gustó mucho; le explicaba a R. que a mí en el teatro lo que más me importa es el texto. Lo político sería algo así como "el lenguaje".

En la obra que ví el lunes en el Goethe, de Mariano Pensotti, la propuesta era que un grupo de actores argentinos "actuaran" escenas de La chinoise de Godard para ver que sentían actores revolucionarios.

Ese tipo de vueltas de tuerca constituyen soluciones frente a la "crisis de la representación", algo que en nuestro país sobrepasa ampliamente el ámbito teatro, basta pensar en la cantidad de presidentes que tuvimos en los últimos tiempos.

Entonces no podemos pensar que es pura casualidad el hecho de que Buenos Aires sea la ciudad con más salas de teatro en el mundo. Parece que algo pasa. Parece que el teatro (algunas obras, igual, no todas) se ha vuelto político, o siempre fue político pero ahora tiene mayor proyección.

Spregelburd contaba: “A veces escribo tanto porque mi realidad se me impone de una manera que no me gusta”

Entonces ahí radica lo político del teatro, no en reproducir la realidad tal cual es sino en modificar la realidad, aunque sea en las cabezas de las personas. Algo que escrito así puede sonar absolutamente naif pero que no creo que lo sea.

Sabemos que ciertas expresiones artísticas, no sólo en teatro sino en literatura, pintura, etc, no provocan nada, no permiten pensar, están cerradas sobre sí mismas. S. decía: "Por solemnidad entiendo un objeto que se mira a sí mismo y que no acepta otras miradas, por lo tanto, no permite deconstruir el punto de vista del que la está mirando. "

Quizá ahí radique la clave. Quizá por eso ciertas cosas funcionen en poesía y ciertas cosas no. Quizá ahí esté el límite entre la biografía, la disolución del yo, el objetivismo, el neobarroco, etc. En huir de la solemnidad. De los lugares comunes.

Obviamente, también es cuestión de gusto. A mí me gustan las obras de teatro que son metalinguísticas. No me gusta sólo el que "te cuenten una historia".

Decía S.: "El teatro se ha vuelto metalingüístico, se torna autoreferencial porque quiere asumir su mentira." Por eso para él (tendría que pensar esto que dijo): "Sólo se puede hacer teatro si es contemporáneo".

Y, por supuesto, nombró a Sarah Kane.

Otro día sigo.....

Etiquetas: