De Prosema a poema
Moléculas de sueño
Me apropio de los espacios.
No puedo evitar moldearlos,
jugar con ellos como si fueran muñequitos de Playmovil.
Me vuelvo plástica y ocupo los rincones,
mis manos se vuelven de una arcilla pegajosa, pringosa
y a veces mis uñas cobran vida propia.
Soy la mujer de agua y me deslizo entre el cemento.
Me adueño de los lugares,
me dan celos sus olores, sus colores, sus esquinas.
Sin embargo, hay noches en que me vuelvo un adoquín
y observo todo desde afuera,
noches en que la angustia
viene a golpear a la puerta de mi casa y me saluda,
pero antes se saca el sombrero.
Otras noches,
mi cuarto se inunda de conejos,
y yo cacareo como una gallina,
hasta que un vecino enojado me manda a callar.
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