Moléculas de sueño
Me apropio de los espacios. No puedo evitar moldearlos, jugar con ellos como si fueran muñequitos de Playmovil. Me vuelvo plástica y ocupo los rincones, mis manos se vuelven de una arcilla pegajosa, pringosa y a veces mis uñas cobran vida propia. Soy la mujer de agua y me deslizo entre el cemento. Me adueño de los lugares y me dan celos sus olores, sus colores, sus esquinas.
Sin embargo, hay noches en que me vuelvo un adoquín y observo todo desde afuera, noches en que la angustia viene a golpear a la puerta de mi casa y me saluda, pero antes se saca el sombrero.
Otras noches, mi cuarto se inunda de conejos, como en un cuento de Cortazar, y yo cacareo como una gallina, hasta que un vecino enojado me manda a callar.
Sin embargo, hay noches en que me vuelvo un adoquín y observo todo desde afuera, noches en que la angustia viene a golpear a la puerta de mi casa y me saluda, pero antes se saca el sombrero.
Otras noches, mi cuarto se inunda de conejos, como en un cuento de Cortazar, y yo cacareo como una gallina, hasta que un vecino enojado me manda a callar.
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